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Mi padre nunca tomaba desayuno.
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Es costumbre familiar.
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Detesto desayunar sola.
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Tomaré mi desayuno aquí en
cubierta y usted me acompañará.
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- Muy bien. Seguro.
- De acuerdo.
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- ¡Mayordomo!
- ¿ Sí, señorita?
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Tomaré mi desayuno
en la cubierta superior.
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- Sí, señorita.
- ¡Vamos!
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Es curioso
que no tome desayuno.
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Es mi comida favorita.
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¿Hace mucho que
no toma desayuno?
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Pues, lo suficiente.
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¿Nunca se siente tentado
de tomar desayuno?
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Oh, sí.
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Pero es fuerza de voluntad.
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Diga, no le parece bonito
estar aquí en cubierta.
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- Más bonito que el comedor.
- Sí.
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¿ Sabe? Ayer me senté
frente a un hombre...
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que tenía los modales
de un zoológico.
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- ¿ Sí?
- Remojaba. Imagínese, remojaba.
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- ¿Remojaba?
- Sí.
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Remojaba así.
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Cogía un pedazo de tostada.
La introducía en su café.
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La empapaba con
mucho café, y luego...
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se la comía así.
No es terrible.
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- Repugnante.
- Sí, ¿cierto?
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Pero siguió haciéndolo.
Yo estaba a su costado.
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Lo metía ahí.
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Sí, así.
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¿No es repugnante?
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- Horrible.
- ¿No sé cómo...
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podría hacer algo así?
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Y peor aún.
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Vertió café en el platillo.
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Hacia atrás. Así.
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Luego cogió el platillo
e hizo esto.
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¿Hizo ese ruido?
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Un ruido horrible.
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- No podía soportarlo.
- Repugnante.
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Mire eso.
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Me tomé casi todo su café.
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Está bien. Hay mucho más.
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Yo sólo quería un poco.
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Bueno.