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Decide retirarse. Si yo fuera él,
dimitiría o, por lo menos, me iría.
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La puerta se abre y le llega
un delicioso aroma a fantasma fresco.
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Ahora le ataca
la enfermedad pivotante.
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Es como el hipo.
Cuanto más te da, más te cuesta parar.
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Y cuando crees que termina,
es que acaba de empezar.
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El único modo de parar
es ir más rápido y cansarte.
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Si ustedes vieran esto en su alcoba,
quizá les darían un par de espasmos.
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Ya está otra vez. Esto se llama
lanzar las sábanas al vuelo.
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Y se está ensañando.
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Pronto se cargará la sábana
y empezará con el colchón.
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Luego seguirá con las alfombras
y acabará con todos los muebles.
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Drácula se acerca y nos enseña
cómo es la moda de los fantasmas.
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Su sombra cae sobre la pared
y ésta se pone a temblar.
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Prepárense, que brota la sangre.
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A borbotones.
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Éste perfil ganó el primer premio en
muchos concursos de belleza fantasmal.
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Cuando Drácula nació,
su madre le miró a la cara
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y fue a que la arrestaran.
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Decide volverse a su ataúd
a dormir otros 100 años
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hasta que el Congreso decida
hacer algo con la Depresión.
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Vaya, menuda pesadilla.
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Tener a Drácula y al monstruo
de Frankenstein en el mismo sueño.
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Está dormido, pero si le hablamos
en su idioma podremos despertarle.
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A ver, es muy fácil cuando
uno sabe dominar monstruos.
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Parece que hay peligro.
Doctor, cuidado. Está despierto.
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Demasiado tarde. Parece que
el doctor va a necesitar un médico.
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No, nos equivocábamos.
Va a necesitar un enterrador.
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El monstruo comienza
a buscarse problemas.
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Hay tantos problemas hoy en día,
que no le va a costar encontrarlos.
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No sabe por dónde ir.
Es como una mujer al volante.