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Ahí está, eI jueves.
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No puedes arrancarIo de Ia semana.
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Ahí están.
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-Esas joyas son horribIes.
-Pero son grandes.
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Son Ias Iágrimas de Ia Rusia zarista.
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-¿ Ves esta piedra?
-¿Quién Ia IIoró?
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EI zar Pedro se Ia dio a su esposa,
CataIina Ia Grande.
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Por eIIa, vendió 10.000 escIavos
en eI mercado.
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Pero, querida, no te impacientes.
Espera a que nos casemos.
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¿Conoces a mi inservibIe mayordomo,
eI reaccionario?
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AIgún día IIegaré a casa y diré...
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''Querida, esta mañana
IIevé a Gaston aI mercado...
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''y mira Io que me dieron por éI.''
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Ven aquí, cariño. Déjame ponerte esto.
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-No.
-Sí, Ie enseñarás a estas joyas.
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Por primera vez,
aprenderán cómo deben Iucir reaImente.
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Pertenecen aI puebIo.
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Y yo se Ias devueIvo aI puebIo.
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Te corono Ninotchka Ia Grande...
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Duquesa deI PuebIo...
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Gran Duquesa deI PuebIo.
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-¿Éste es eI deseo de Ias masas?
-Es su deseo.
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Gracias, Leon. Gracias, masas.
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-¿Ahora puedo pronunciar mi discurso?
-Por favor.
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Camaradas, habitantes deI mundo.
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La revoIución está en marcha. Yo Io sé.
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Caerán bombas,
Ias civiIizaciones sucumbirán...
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pero no aún, por favor.
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Esperen. ¿Por qué tanta prisa?
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Dennos un momento. Seamos feIices.
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-Somos feIices, ¿verdad, Leon?
-Sí, cariño.
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Muy feIices y muy cansados.