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"Londres a fines del siglo.
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La leyenda de la maldición de Allenby
estaba casi olvidada, hasta que..."
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- ¿Qué ocurre, Latham?
- Son casi las 10:00, inspector.
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- Tengo un coche esperando.
- ¿Coche? ¿Qué coche?
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Ud. quería inspeccionar ese lugar
del parque. ¿No recuerda, señor?
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Sí, por supuesto.
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Qué fastidio, perder tiempo
en investigaciones de rutina.
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Yo no lo llamaría rutina, señor.
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¿Cómo lo llamaría?
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Yo diría que esto es muy extraño.
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Un hombre, atacado por un hombre lobo
en un parque de Londres.
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¿"Hombre lobo"?
Me sorprende, Latham.
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Siempre lo consideré
un hombre inteligente.
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¿De dónde sacó la idea del hombre lobo?
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Por supuesto. De los periódicos.
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- Sólo hablan de eso, señor.
- Tonterías.
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Por lo que conozco del caso,
al hombre lo mordió un perro callejero.
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Fue mucho peor que eso, señor.
Sufrió heridas muy graves.
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Y jura que no fue un animal
el que lo atacó.
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Se topó con un hombre al que le salieron
orejas peludas y colmillos.
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No, señor.
Nada de orejas, ni colmillos.
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En realidad, no era un hombre.
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Era una mujer.
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Es un poco temprano
para estar visitando los bares, ¿verdad?
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Señor, yo jamás pruebo una gota...
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antes de las 6:00 de la tarde.
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- Vamos.
- Sí, señor.
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Una hermosa mañana, ¿verdad?
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Demasiado hermosa para perderla
en nimiedades como perros callejeros.
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Srta. Allenby, ¿está preparada
para aceptar su derrota con dignidad?
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No me ha vencido aún, Sr. Lanfield.
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Estamos muy formales esta mañana,
¿verdad, Phyllis?