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Estrellas, ¡ocultad vuestro fuego!
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Que la luz no vea mis más
negros y ocultos deseos.
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¡Mi señor Banquo!
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¿No esperas que tus hijos sean reyes?
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Quienes me dieron el título de Cawdor
no prometieron menos para ellos.
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Eso, creído a ciegas, podría avivar
tus deseos de obtener la corona,
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no sólo el título de Cawdor.
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Sin embargo, es extraño.
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A veces, para llevarnos a la perdición los
instrumentos de la oscuridad dicen verdades
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que nos cautivan con juegos inocentes
para traicionarnos de manera irreparable.
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Tus hijos serán reyes.
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Tú serás rey.
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Si el azar quiere que sea rey,
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quizá el azar me corone sin
yo pretenderlo.
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Cómo se abstrae nuestro amigo...
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Salve a ti, Macbeth, que serás rey.
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He creído conveniente contártelo a ti
querida compañera de mi grandeza,
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para que no dejes de disfrutar la felicidad
que mereces por ignorar la gloria...
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que se te promete.
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Guárdalo en tu corazón y adiós.
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Ya eres Glamis. Y Cawdor.