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Este huésped del estío...
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el vencejo que habita en los templos,
aprueba con su amor a este lugar.
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El seductor aroma el cielo exhala aquí.
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No hay cornisa, friso, contrafuerte
o atalaya...
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donde este pájaro no haya prendido
su lecho y su nido fecundo...
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...donde ellos más crían y
residen, según he observado...
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...es delicado el aire.
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Si todo terminara una vez hecho,
sería conveniente acabar pronto...
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Si pudiera el asesinato frenar
sus consecuencias
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y al desaparecer asegurar el éxito...
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de modo que este golpe fuese a un
tiempo todo y fin de todo...
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aquí, sólo aquí, en esta orilla
y vacío del tiempo...
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se arriesgaría la vida por vivir.
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Pero es en estos casos
donde se nos juzga,
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pues damos sangrientas instrucciones que,
aprendidas, atormentan a quien las dio.
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La imparcial mano de la justicia pone
el cáliz, envenenado por nosotros...
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en nuestros propios labios.
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Cuando en el sueño como en la muerte,
se hundan sus ebrias naturalezas...
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¿qué no podremos hacer contra
un Duncan indefenso tú y yo?
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¿Qué no pondremos en la
cuenta de sus beodos oficiales
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para que carguen con nuestro crimen?
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Trae al mundo sólo varones...
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porque tu duro metal debe
forjar únicamente machos.
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¡Seyton!
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¿Cómo no van a creer, si manchamos con
sangre a los dos que duermen junto a él