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Sabed que en el pasado era él
quien os tenía en la penuria
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...y no yo como pensabais.
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Así nos lo hiciste saber.
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¿La paciencia predomina tanto en vuestro
ánimo como para dejar que esto siga así?
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¿Tanto os guía el Evangelio que rezaréis
por este buen hombre y su progenie,
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cuyo rigor os lleva humillados a la tumba
y convierte a los vuestros en mendigos?
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¡Somos hombres, señor!
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Sí, estáis catalogados como hombres,
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igual que el lebrel, el galgo, el perdiguero,
el de aguas, el faldero o el lobo,
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todos reciben el nombre de perro.
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Si el puesto que ocupáis en la lista no
es el grado más bajo de la humanidad...
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...¡decidlo! - ¡Yo, señor, soy de aquellos
que los viles golpes
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y los azotes del mundo han
enfurecido tanto
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que haría cualquier cosa
para vengarme del mundo!
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¡Y yo!
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Los dos sabéis que Banquo
es vuestro enemigo.
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Y también mío.
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¡Y tan encarnizado que cada minuto de
su vida se clava en el centro de la mía!
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- Haremos, señor, aquello que mandéis.
- A través de vosotros brilla el valor.
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A lo sumo, en una hora os diré
el lugar donde debéis apostaros
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y el mejor plan respecto a
tiempo y ocasión.
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Pues ha de hacerse esta noche y
a cierta distancia del castillo.
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Debo quedar libre de sospecha.
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Y junto a él, para que no haya defectos
en la acción,
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Fleance, su hijo, que le acompaña,
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y cuya desaparición me importa
tanto como la del padre,
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debe abrazar el destino de
esa hora oscura.
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Podéis decidirlo a solas.
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- Volveré enseguida.
- Ya está decidido, mi señor.
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Entonces está decidido.
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Si el alma de Banquo está destinada
a encontrar el cielo...