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Llora, sangra...
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y cada nuevo día otra brecha se abre.
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También creo que por mi causa
se alzarían muchas manos
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y aquí el rey inglés me ha ofrecido
generoso varios miles.
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¡Mirad quién viene!
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Buen Dios, aleja las causas
que nos hacen parecer extraños.
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Señores, Amén.
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- ¿Sigue igual Escocia?
- ¡Pobre patria! Apenas se conoce.
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No podemos llamarle madre, sino sepulcro.
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Un lugar donde a nadie se ve sonreír,
salvo al ignorante,
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donde suspiros, gemidos y gritos desgarran
el aire sin que a nadie sorprenda,
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donde el dolor más violento parece
un vulgar trastorno.
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Dobla la campana por un muerto
y nadie pregunta por quién es.
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y los hombres de bien caen antes que la
flor de su sombrero, muriendo sin enfermar.
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- ¿Cómo está mi esposa?
- Bien.
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- ¿Y todos mis hijos?
- Bien también.
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¿El tirano no ha perturbado su paz?
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No, ellos estaban en paz cuando los dejé.
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No seáis mezquino en palabras.
¿Qué ocurre?
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Es la hora de ayudar.
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Vuestra presencia en Escocia crearía
soldados,
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y aun las mujeres lucharían por
detener sus desventuras.
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Que les conforte saber que ya vamos.
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El augusto rey inglés nos presta
diez mil hombres y al buen Siward.
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No hay soldado mejor ni más curtido
en toda la cristiandad.
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Ojalá pudiera yo corresponder
a ese consuelo.
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Mis palabras sólo son para gritarlas
en el vacío, donde nadie pueda oírlas.