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- ¿De dónde sacaste esa cara de ganso?
- ¡Hay diez mil!
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- ¿Gansos, villano?
- Soldados, mi señor.
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Aráñate la cara y cubre de rojo tu temor,
cobarde criatura. ¿Qué soldados, necio?
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¡Maldita sea tu alma! Esas mejillas
de lino mueven al espanto,
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- ¿Qué soldados, cara de leche?
- ¡Las fuerzas inglesas, mi señor!
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Quita de mi vista tu cara.
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¡Seyton! Se me encoge el alma
cuando veo...
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¡Seyton he dicho!
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¡Este ataque me asentará
para siempre!
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O me destronará.
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He vivido bastante.
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El sendero de mi vida declina
hacia el otoño.
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La hoja que amarillea...
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y todo aquello que debería acompañar
a la vejez como honor, amor, obediencia,
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legiones de amigos...
no lo puedo pretender.
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En su lugar, maldiciones...
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ahogadas pero profundas,
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adulaciones insinceras...
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que mi pobre corazón quisiera rehusar,
mas no se atreve.
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- ¡Seyton!
- ¿Qué deseáis, majestad?
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- ¿Qué noticias hay?
- Señor, se confirman todos los informes.
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Dame mi armadura.
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Envía a mi caballería. ¡Que recorran
la región!