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¡Vergüenza para mi señor!
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¡Vergüenza!
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¿Habéis oído eso?
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Pero, ¡quién hubiera imaginado que el viejo
podía tener tanta sangre en su cuerpo!
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El señor de Fife tenía esposa...
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¿Dónde está ahora?
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¿Es que estas manos nunca estarán limpias?
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Basta mi señor, ¡lo estropeas
todo con estos sobresaltos!
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Marchaos, marchaos. Ahora
sabéis lo que no debíais saber.
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Ella ha dicho lo que no debía.
De eso estoy segura.
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Siento todavía el olor de la sangre...
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¡Ni todos los aromas de Arabia
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bastarían para perfumar esta
diminuta mano!
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Grave carga la de su corazón.
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No quisiera tener en mi pecho
un corazón así
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ni por toda la realeza de su cuerpo.
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¡Lavaos las manos! ¡Poneos el camisón!
¡No estéis tan pálido!
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¡Os lo vuelvo a decir!
¡Banquo está enterrado!