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Perdóname,
ensangrentado trozo de tierra
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por mostrarme amable
con esos carniceros.
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Fuiste el hombre más insigne que
jamás ha vivido en todos los tiempos.
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¡Ay de los que vertieron
esta preciosa sangre!
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Ahora profetizo
sobre tus frescas heridas que,
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como bocas mudas, se abren ahora
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para invocar de mi lengua la voz.
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Caerá una maldición
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sobre los huesos del hombre.
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El furor de la guerra civil
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devastará toda Italia.
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La sangre y la destrucción
serán tan familiares
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que las madres sonreirán impasibles
ante sus hijos descuartizados.
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Los actos de barbarie
sofocarán toda piedad.
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Y tu espíritu, César,
hambriento de venganza,
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vendrá en compañía de Atis,
salida del infierno.
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Y con potente y regia voz gritará:
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¡Muerte a todos!
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Y soltará
a los perros de la guerra.
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Este crimen extenderá su hedor
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por toda la tierra,
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con la fetidez
de los cadáveres insepultos.
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¡Romanos!
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¡Compatriotas!