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Me alegro de verte, Marcelo.
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Yo también me alegro
de verte, otra vez.
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Entonces me recuerdas.
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Sí, claro. Déjame ver, fue el...
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Y tu promesa,
¿también la has olvidado?
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¿Qué promesa?
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La de casarte conmigo.
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¿Estaba borracho?
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Eso no es muy halagador, Marcelo.
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Si me dijeras cuándo se supone
que lo dije, las circunstancias...
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Las recuerdo perfectamente.
Me corté un dedo y lloré.
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Cogiste una daga, te cortaste un dedo
y me enseñaste que en realidad no duele.
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Después me diste un beso
y dejé de llorar,
:06:50
y luego me prometiste que te casarías
conmigo cuando fuéramos mayores.
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Diana.
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- ¿Qué les ha pasado a tus pecas?
- Han desaparecido.
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- Las amaba a todas y cada una.
- Pues siento no tenerlas.
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Déjame que te vea.
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12 años... Los dioses deben de amar
Capri para hacer que florecieras así.
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- ¿Qué haces en Roma?
- Me ha enviado Tiberio.
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Desde que murió mi padre,
soy la pupila del emperador.
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- Sí, éste es el pabellón de Calígula.
- La emperatriz cree que soy perfecta para él.
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¿Calígula? Ni hablar.
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Algún día será emperador y...
¿Qué podría importarte a ti, Marcelo?
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Más que mi vida.
Te lo prometí.
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Y no te imaginas
lo en serio que me tomé tu promesa.
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¿Piensas obligarme
a que la cumpla, Diana?
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Puede. Pero me han dicho que has
hecho otras promesas desde entonces.
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Pero sólo un voto a Diana.
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Ahí viene, Marcelo.
Será mejor que te vayas.
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Calígula y yo ya hemos competido,
y nunca he perdido.