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Una cosa es que mires por la ventana
pero otra, que espíes con prismáticos.
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Y esas ideas que se te ocurren...
¡Son morbosas!
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¿Crees que me divierto?
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No sé si te diviertes,
pero si no te callas, me voy.
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- ¿Qué...?
- ¿Qué quieres?
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Saber lo que le ha ocurrido a su esposa,
¿qué tiene de malo?
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- ¿Por qué iba a ocurrirle nada?
- Está enferma y necesita cuidados.
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Pero ni su marido ni nadie han entrado
a verla en todo el día, ¿por qué?
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- Quizá haya muerto.
- ¿Y el médico o los de la funeraria?
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Quizá esté dormida, sedada.
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Acaba de entrar ahora.
¡No hay nada que ver!
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Yo he visto cosas:
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peleas, misteriosas salidas nocturnas,
cuchillos, sierras, una cuerda.
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Y ni rastro de la esposa.
¿Dónde está?
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No lo sé, quizá la vaya a abandonar,
ni lo sé ni me importa.
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Mucha gente tiene cuchillos,
sierras y cuerda.
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Muchos hombres
no hablan con sus esposas.
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Ellas protestan,
ellos las odian y hay problemas
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pero pocos terminan asesinándolas.
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Para ti es muy fácil decirlo.
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Lo has visto por la ventana...
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- Sí.
- Con las persianas subidas
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lo viste bajar y salir al patio.
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- Sí, yo...
- ¿Un asesino dejaría que lo vieran?
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¿No bajaría las persianas?
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- Está siendo muy listo.
- Al contrario que tú.
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- Un asesino no exhibiría su crimen.
- ¿Por qué no?
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Quizá lo siniestro
esté ocurriendo ahí.
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¿Dónde?
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Sin comentarios.