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Allí arriba está Roma.
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De pequeño me sentaba aquí...
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...y soñaba con irme
algún día a la ciudad.
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La primera vez que fui a Roma,
eché una moneda en la Fontana de Trevi.
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Quería volver y ser abogado.
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- Y ¿qué cree?
- Que se cumplió su deseo.
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No. En mis sueños hay
algo más de lo que pedí.
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Será abogado.
Y será muy bueno, lo sé.
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- Siempre me han gustado los abogados.
- No me refería a eso.
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¿El hombre con el que
se va a casar en América...
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...es, por casualidad, abogado?
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Bueno, la verdad es que...
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Me da mucha vergüenza decírselo...
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...pero le debo una explicación.
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No. No me debe nada, señorita Anita.
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No tenía derecho a interrogarla.
No ha estado bien.
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- Pero...
- No, no. Por favor.
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¿Qué hay en ese valle?
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La falda de la montaña.
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También hay un estanque y un arrollo.
Es muy sombreado y bonito.
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Me gustan los arroyos.
¿Podemos bajar?
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Pues claro. ¿Cogemos la camioneta
de mi primo?
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- Pitaré cuando usted diga.
- De acuerdo.
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No se lo creerá, pero este coche y yo
tenemos la misma edad.
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Me lo creo.
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Vale.
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- ¿Se ha hecho daño?
- ¡Póngalo en marcha!
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- ¡Giorgio!
- ¡Salte, Anita! ¡Salte!