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Gracias, Johanna.
Deliciosas galletas holandesas.
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No lo entiendo, Theo. Con una cocina
holandesa tan buena en casa...
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ya era tiempo de que cubrieras de carne
esos huesos tuyos.
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Tengo muchas esperanzas, Vincent.
El doctor tiene un gran prestigio...
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y él dice que...
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Dr. Gachet, hay algo que quiero saber.
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¿Habrá algún aviso? ¿Tendré tiempo de...?
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Respecto a esos ataques suyos,
¿quiere mi opinión?
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Olvídelos por completo.
Dígase a usted mismo que no volverán...
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y trabaje devota y alegremente.
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Vincent, no sabe cuán afortunado es.
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Por haber pintado cuadros
como ese hermoso ciprés que tengo...
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o esos girasoles que su hermano
me enseñó...
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yo daría diez años de mi vida.
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- ¿No le gustó el vino?
- Ya no acostumbro beber.
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Sí, para un pintor,
el trabajo es la única medicina que existe.
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Y éste es el lugar para hacerlo.
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Venga.
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Cézanne. ¿Lo reconoce?
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Lo pintó en esta habitación...
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y ésa es la casa.
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La pintó desde el otro lado de la calle.
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Sí, a decir verdad,
hay pocos cuadros aquí...
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que no fueron hechos en esta casa,
o 100 metros a la redonda.
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¿Ha visto este Daumier? Es una maravilla.
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Excelente, ¿no cree?
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Sí, vino aquí muchas veces, Daumier.
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Era un hombre extraño.
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Como ve, cuando le digo...
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que yo entiendo
el temperamento artístico...
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Cuando Manet agonizaba,
llamaron para consultarme.
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Querían amputar.
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Yo dije no. No a un hombre así.
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Pero no me escucharon.
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- Está servido, doctor.
- Excelente, Therese.
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Ponga la comida en la mesa. Allá vamos.
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Sí, señor.
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- Guillaumin.
- Es una belleza, ¿no es cierto?
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Si lo desea,
lo llevaré al lugar donde lo pintó.
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Quería que fuera a reunirse con nosotros
en Arles...