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¿Pero a qué demonios esperamos?
Esos pobres se están ahogando.
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Este bote no está lleno
y podemos salvar a muchos.
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¿Está Vd. loca?
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Si nos acercamos,
entre todos volcarán el bote.
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No nos quedaremos
sin hacer nada.
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Sigan remando.
¿Lo oyen?
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Soy yo quien da órdenes aquí.
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¿No se da cuenta
de que habla con una señora?
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Sé con quien hablo
y estoy al mando de este bote.
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Como se insolente conmigo,
sale por la borda.
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¡Vamos, remad!
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Ya lo han oído.
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Les aseguro que
nos vamos a ahogar.
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Debemos recoger
a todos los que podamos.
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Volcarán el bote.
Ya ha oído lo que ha dicho.
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Aún así, tenemos sitio
y es nuestra obligación.
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-¿Qué opina Vd. señor?
-Pues...
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Ya somos suficientes...
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y me siento muy mal.
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Es difícil decidirlo.
Sólo llevamos un marinero.
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Creo que se debe seguir su consejo.
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Verán, tal vez si esperamos
un poco...
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hasta que las cosas se vayan
resolviendo...
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después podemos intentarlo.
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¿Quiere decir,
hasta que estén todos muertos?
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No tardarán mucho,
con este frío.
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Ese vapor tan grande, señor,
el que lanzaba los cohetes...