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Nosotros seguimos sus pasos
y regresamos gracias a Dios...
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y a un altar pagano.
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Algún día, alguien más...
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quizá seas tú, hijo mío...
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o tus hijos o tus nietos,
nos tomarán el testigo.
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Esto sí sé: Al espíritu del hombre
no se le pueden poner trabas.
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- Maravilloso, Oliver.
- Gracias.
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Aquí hay alguien que quiere decirle
adiós. Su barco zarpa a las 4:00.
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Hans, amigo mío,
jamás lo hubiésemos logrado sin ti.
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Tiene un discurso preparado.
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Señor...
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si alguna vez Ud. Bajar allá de nuevo...
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a centro de Tierra,
Hans ir con Ud. También.
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Gracias.
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¿Se hizo sus heridas al estallar
el volcán, con la lava caliente?
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No, ocurrió en Edimburgo,
en nuestra boda.
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Tenía tanta prisa al salir de la iglesia
que cayó por las escaleras.
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¡Ay, mi pobrecita!
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Después de esperar tanto.
Ésta no es forma de estar casada.
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Subestima a Alec.
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Tomaré el tren de esta noche a Londres
y luego regresaré a Estocolmo.
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¿Estocolmo?
Pero tiene un trabajo aquí en Edimburgo.
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- ¿Yo?
- Voy a escribir mis memorias.
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No puedo recordar
todo lo ocurrido solo.
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Ah, ya veo.
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Necesita a una viuda...
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que le refresque la memoria
y a quien dictarle.
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Supongo que debo presentarme
todos los días de 9 a 12 y de 2 a 6.
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No, nada de eso.
Puede quedarse en mi casa.
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¿Y qué dirían en Edimburgo?
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Una cosa es pasar días y noches
con un hombre bajo tierra...
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y otra bajo el mismo techo en Escocia.
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Bueno, entonces, ¿qué me propone?
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Yo tendría cuidado al usar
esa palabra, profesor.
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¿Qué dije? ¿Qué palabra?