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¿Tus últimas palabras?
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Quiero recitar una admirable
fábula de Maiakovski
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¡No lo necesito!
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No puede tratarse de la muerte.
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¿Por qué iba a rondar el fortín?
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¡Qué vergüenza creer en una fábula!
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Alguien que mandó celebrar su santo
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con un carnaval,
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inventó esta matanza
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mientras parpadeaba.
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¡Qué deliciosa voz de bajo la del anfitrión,
semejante al cañón!
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La máscara no es máscara de gas
sino un juguete de broma.
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¡Mirad!
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En su recorrido un cohete
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toma las medidas del cielo.
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¿Tiene la muerte la misma gracia
deslizándose por el parque celeste?
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Es odioso decir:
"La sangre de una herida".
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Para honrar a los héroes
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se los decoró con claveles.
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Claro, el cerebro ni quiere
ni puede entenderlo.
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Si no es para un beso,
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¿por qué los brazos de las trincheras
abrazan las nucas de los cañones?
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No mataron a nadie.
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No nos teníamos ya en pie,
nos tumbamos del Sena al Rin
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porque la gangrena florece
sobre los arriates de los caídos.
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¿Dije "caídos"?
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No, ¡qué va!
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Todos se levantarán nuevamente
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y así, sin más, regresarán a casa sonriendo
y contarán a sus mujeres
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qué anfitrión más bromista tuvieron.
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¡Qué fenómeno!
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Dirán: "No hubo ni obuses ni hogazas".
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Y tampoco fortín, claro.
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¡Atención! Disparad a la de tres.
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¡1...2...3!