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Trabajando contra viento y marea
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Oh, pobre profesor Higgins
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Las nueve, las diez de la noche
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Hasta pasada medianoche cada noche
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La una, las dos, las tres...
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Cuatro.
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Cinco.
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Seis canicas.
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Quiero que pronuncie esto
y quiero que vocalice...
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cada palabra como si las canicas
no estuviesen en su boca.
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De musgo oscuro, las macetas todas...
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cubiertas estaban.
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Todas las palabras bien claras.
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¡No puedo!
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Higgins, ¿son necesarias todas esas bolas?
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Si lo eran para Demóstenes,
lo son para Eliza Doolittle.
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Siga, Eliza.
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No entiendo una palabra, ni una.
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Quizá el poema sea
un poco difícil para la muchacha.
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¿Por qué no intenta algo más simple,
como El búho y la gata?
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Sí, ése es encantador.
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¡Pickering, no oigo nada
de lo que dice la chica!
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¿Qué pasa?
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Me he tragado una.
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No importa. Tengo muchas más.
Abra la boca. Una, dos...
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Pare, profesor Higgins
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Escuche nuestro ruego, o nos iremos