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pensaba: "Quizá sea demasiado densa".
Pero he cambiado de opinión.
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Siempre he respetado
el trabajo de Robert Anderson.
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Era autor teatral, y tenía una obra
de gran éxito en Nueva York: Té y simpatía.
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Una obra deliciosa. Conocía a Bob muy bien
y me gustaba la obra y su sentimiento,
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y pensaba que estaría bien pedirle
que hiciera El Yang-Tsé en llamas.
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Así que le envié una copia del libro.
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Yo estaba en Londres en aquel momento,
trabajando en The Haunting, creo.
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Leyó el libro y le gustó mucho,
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y vino a Londres para comentar
cosas acerca del guión,
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y hablar de cómo adaptar
el libro para la pantalla.
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Luego volvió a Nueva York,
que era donde él vivía.
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Yo me quedé a terminar The Haunting.
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Más tarde, cuando acabamos el guión,
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reunimos todo el proyecto,
la Fox lo aprobó y comenzamos.
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Viajé a Nueva York
y trabajé allí con Anderson.
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Nos fuimos a un restaurante
que había al cruzar la calle,
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en la calle 54 Este,
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donde conocía un restaurante
cuya especialidad era el soufflé.
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Así que Bob Anderson y yo
fuimos allí a almorzar
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y cuando volvimos al hotel,
al otro lado de la calle,
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nos enteramos de que Kennedy
había sido asesinado.
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Nos quedamos completamente deshechos.
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Pasamos toda la tarde frente al televisor,
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viendo las últimas noticias
de lo que estaba ocurriendo.
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Al final le dije a Bob: "Oye, no sé
por qué, pero necesito irme a casa".
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Sentí una enorme necesidad de irme a casa,
provocada por la tragedia.
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Así que ultimamos los comentarios
que quedaban pendientes
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y me apunté a la lista de espera
para conseguir un avión a casa.
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Necesitaba la comodidad de mi casa,
de algún modo, tras aquella tragedia.