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Era un concepto tan antiguo
como el de los cañoneros mismos.
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Esa pauta se reciclaba,
y en ese aspecto el filme era profético.
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Creo que es poco común,
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pero cuando alguien describe un entorno
con tanta inteligencia y comprensión,
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en cierto modo está al tanto
de lo que pasa sin darse cuenta,
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o es capaz de profetizar lo que sucederá,
porque entiende muy bien la historia.
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Había varios tipos forzudos en el equipo,
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y también chicos del servicio
de habitaciones en cada piso
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de los hoteles más grandes,
para traer lo que hiciera falta.
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Por supuesto, no eran todos chicos,
había hombres de 40 o 50 años,
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pero a veces les pegaban por divertirse,
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porque los muchachos se aburrían
y bebían un montón.
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Decían: "Vamos a darle una paliza
a un botones esta noche".
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No sé lo que hacía yo para matar el rato.
Fotografiaba el paisaje,
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iba a rituales budistas y fotografiaba
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daoístas que caminaban descalzos
sobre brasas ardientes, en trance.
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Lo hacía para mantenerme ocupada.
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Pero Larry Gates tenía intereses
más elevados y aprendió mandarín.
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Tuvo un profesor de mandarín
y lo aprendió mientras estuvo en China.
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Él podía pedir en un restaurante
y el resto de nosotros no.
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Fui al museo, donde por supuesto
lo habían robado todo de China,
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una colección incomparable
de jade y porcelana.
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Larry Gates aprovechó bien el tiempo,