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Tenía un doble fantástico
que me dijo: "Déjame probar primero".
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Y yo dije: "No, no es necesario.
Será una pérdida de tiempo".
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"Saltaré yo y ya está".
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Él insistió: "Déjame hacerlo antes una vez".
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Y yo accedí: "Está bien".
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Así que ensayamos una vez.
Saltó y atravesó la cubierta.
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Afortunadamente, no se hizo daño.
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Yo me habría roto una pierna,
pero él no se hizo nada.
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Me recordó: "Ahora ya sabes
para qué estamos los dobles".
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Y yo dije: "Muchísimas gracias".
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La verdad es que, en esta época,
los especialistas eran los héroes olvidados.
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Y aún lo son. Los riesgos que corren
y su trabajo hacen que todo parezca real.
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Ellos son quienes se arriesgan
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y quienes hacen el trabajo duro,
quienes hacen que todo quede tan bien,
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que todos quedemos tan bien.
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Glenn Wilder era el fabuloso doble
que hizo gran parte de esto por mí.
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Nos parecíamos mucho por entonces.
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De hecho, me dobló en una película
llamada Sola en la oscuridad.
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Nos parecíamos tanto, que yo me quedaba
al pie de las escaleras y le seguían a él,
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y terminaba con un primer plano
suyo entre los barrotes,
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y nadie se dio cuenta de que no era yo.