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Vente al yate
alguna vez, Harry.
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Sí que debería.
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Quédese la vuelta.
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Es usted un ciudadano
muy generoso.
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Quédese con nuestra cara,
cada vez quedamos menos.
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¿Ve esto, jefe?
¿Sabe lo que es?
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Mi váter particular.
No puedo parar ni para mear.
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- ¡Así que menos cachondeo!
- Vale, lo siento.
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- No quería ofenderle, tenga.
- ¡Métetelo por el culo!
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Es por la contaminación, Harry.
Nos está volviendo locos.
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- ¿Tienes esas gotas?
- No.
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Me escuecen los ojos.
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Pues Los Angeles
tiene algo bueno.
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- ¿Y qué es?
- Que no es Buffalo.
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Hijoputa. ¿Cuántas veces
me has hecho caer?
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¿Has leído en la prensa
que llevamos perdidos 3,000 helicópteros?
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¿Sabes cuánta pasta es eso?
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Y qué, no me apetece
hablar de eso.
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¿Y qué?
Pues el derroche de dinero.
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- Los hombres.
- ¿Los hombres?
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Sí, los hombres.
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¿Y qué quieres que yo te diga?
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No me apetece hablar de eso.
A la mierda los helicópteros.
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Por Dios, Harry,
es que no te preocupa...
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- ¡Phil, por favor!
- Semejante derroche...
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- ¡Phil!
- Todo ese dinero.
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¿Te acuerdas cuando fuimos
a Milán el año pasado?
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- ¿Por la maquinaria de algodón?
- Sí, eso es.
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Compramos esa maquinaria.
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Luego volé a Roma
y de ahí en coche a Anzio.
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Hay unas colinas allí
cubiertas de dunas...
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Que se prolongan
unos cien metros.
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En 1944 esa arena
era un barro sanguinolento.