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cuando entramos en la estación de Riga.
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Llevábamos 3 días y 3 noches
en aquel tren de ganado desde Berlín,
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sin comer ni beber.
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Los muertos, y había muchos,
nos rodeaban.
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Fue allí la primera vez que lo vi.
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Capitán Eduard Roschmann,
el comandante de las SS del campo.
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El ´´carnicero´´.
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Cada día llegaba otro tren
cargado de prisioneros.
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Roschmann fue el responsable
del exterminio inmediato...
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de muchas mujeres, niños y viejos.
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Muertos eran más valiosos.
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Sus ropas, su pelo,
sus dientes, eran dinero.
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Pero Esther y yo sobrevivimos aquel año.
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Yo había sido arquitecto
antes de la guerra...
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y sabía de carpintería lo suficiente
como para trabajar.
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Trabajábamos 12 horas al día
en los talleres del campo...
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o en los aserraderos, en los
helados bosques cerca de la costa.
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Varias veces durante el siguiente invierno,
pensé que Esther moriría.
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El hambre, el frío,
las constantes brutalidades...
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parecían haber roto su moral
y sus ganas de vivir.
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Pero, comparados con otros,
éramos afortunados.
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A muchos de los prisioneros
les dejaron sin comer...
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hasta que murieron de hambre.
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Roschmann tenía un pasatiempo.
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Le gustaba destruir seres humanos.
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Primero su alma y después su cuerpo.