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y fue un encuentro incómodo, forzado.
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Se nos hizo interminable, como
suele suceder cuando hay intérpretes,
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y al final decidimos ir
a tomar algo al bar de la esquina.
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Unas cinco horas más tarde,
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cuando Claude Renoir
hizo el pino encima de la mesa,
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bebió un trago de vodka
estando en esa posición,
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y empezó a hablar inglés tan bien como
yo francés, nos hicimos grandes amigos.
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Y al final hizo la película.
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Era un hombre extraordinario.
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Lo llamábamos Johnny "Una Cerilla".
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Fumaba cigarrillos 24 horas al día.
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Se levantaba por la mañana
y encendía el primero.
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Encendía el segundo con el primero,
y así sólo usaba una cerilla en todo el día.
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Hablaba con el pitillo en la boca
mientras le caía la ceniza en el pecho.
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Parte de mi trabajo consistió en
quitársela del pecho durante el rodaje.
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Era un trabajo duro. Había mucha ceniza.
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En fin, Claude era maravilloso
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y aportó mucho a la película.
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El tiempo era muy variable
en aquella época del año.
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Hacía sol, llovía... hubo de todo.
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No sólo tenía que ocuparse de eso,
sino también del vestuario.
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Hacía un sol espléndido
y se ponía a llover.
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Lo mirabas y tenía una gabardina puesta.
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Luego salía el sol y llevaba
unas maravillosas bermudas de seda.
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Era extraordinario. No tenías más que
mirar a Claude para saber qué ponerte.
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Claude y John coincidían en todo.
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Tenían una relación estupenda. Menos
mal que no me metí para fastidiarla.