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no tenía con quién hablar ni con quién
relacionarse, salvo nosotros.
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Una mañana de Navidad,
justo antes de su muerte...
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todos bajamos a abrir nuestros regalos...
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que estaban acomodados en distintos
lugares alrededor del árbol navideño.
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Nos dábamos los regalos unos a otros...
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sobre todo a mi suegra, que como era
la más anciana de la familia...
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le acercábamos sus regalos.
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Él se paró allí, impaciente...
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y fue directamente
hacia donde estaban sus paquetes...
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y empezó a desenvolverlos, justo allí...
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porque estaban todos envueltos.
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Y él desenvolvió sus regalos,
compartiendo todo con nosotros.
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Es increíble la cantidad de aspectos
que presenta este negocio.
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No se trata sólo de cavar
un foso en la tierra...
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de elegir este o aquel ataúd...
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y de volver a tapar el foso. No.
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Algunas personas vienen
a presenciar el entierro del animal.
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Otras no.
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Elegimos un día que a ellos
les quede cómodo y entonces vienen.
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En lo que concierne a los preparativos,
hay que cavar un foso.
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Debemos asegurarnos de que el foso
tenga el tamaño del ataúd.
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No debe ser demasiado grande,
porque se desperdicia espacio.
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Ni demasiado pequeño,
porque si no el ataúd no entra.
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Mentalmente no me perturba
meter un animal en un foso...
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porque si yo no lo hago
alguien más lo hará.
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La mente prevalece sobre el cuerpo.
Hay que prepararse para ello.
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Recogemos animales
que pesan casi 70 kilos. Galgos.
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Son muy pesados.
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Debemos cargarlos sobre el cuerpo...