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¿Sureau?
¿Es hijo de los Sureau?
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-¿De le Mans?
-Eso es.
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-¿De Louis?
-No, de Paul.
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Me relacionaba más con los Louis.
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-¿Cómo están?
-¡Es muy bonito!
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Es Jersey. Del s. XIX.
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Son recuerdos
que traían de Jersey, ¿no?
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Regalos que hacían a mis abuelas.
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Para nosotros
era pacotilla de bazar.
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-A mí no me lo parece.
-Era el mal gusto de la época.
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A mí el mal gusto
siempre me parecerá mal gusto.
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Entonces tengo mal gusto.
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-Pues sí.
-Es justo lo que buscaba.
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¿Sí?
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¿Cuánto vale?
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Lo que le dije a la Sra. Cadot.
1 .600 francos.
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-Es demasiado caro.
-No voy a bajar.
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Pero si usted misma dice
que es de pacotilla.
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Para mí, sí,
pero no es mi gusto el que cuenta,
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es el suyo.
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Si quiere regatear, jovencita,
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diríjase a un chamarilero.
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Es lo máximo que pediríamos
a un cliente y le traigo al comprador.
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A ver, ¿se lo vendo a usted
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-o al caballero?
-A mí,
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pero he venido gracias a ella,
es justo que la señorita...
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Digamos 1 .500 francos.
¿Le parece bien?
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De acuerdo. El tema del dinero
no es mi fuerte precisamente.
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Ni el suyo, supongo.
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Ni el mío.
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Ha sido por hacerle un favor.
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-Entonces ¿es hijo de Louis?
-No, de Paul.
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Es verdad. Perdimos el contacto.
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Pero vemos muchos a los Louis...
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-Ya me dirá qué le debo.
-Está pagado.
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-Sí, pero usted no gana nada.
-No soy comerciante.
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-Me dijo que tenía una tienda.
-Yo no. Soy una empleada.
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-¿Qué dirá la jefa?
-No pinta nada en esto.
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Esperaba a que bajara el precio,
así que peor para ella.
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Puede que no se alegre demasiado.
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No tengo intención
de trabajar con ella una eternidad.