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Que el amor del Padre y la
confraternidad del Espíritu Santo...
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esté con cada uno de nosotros
ahora y siempre. Amén.
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Qué raro que Denys no esté aquí.
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Sí lo está, a su manera.
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En los días y horas
que Denys estaba en casa...
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no hablábamos de nada ordinario.
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Ni de mis líos en la granja...
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ni de mis deudas
o mi cosecha desastrosa.
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Tampoco de su trabajo...
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ni de lo que él sabía
que le estaba sucediendo a Africa.
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Ni de nada, absolutamente nada
que fuera pequeño...
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o real.
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Vivíamos desconectados...
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apartados de todo.
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Creaba cuentos en su ausencia.
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De noche, se ponía cómodo...
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poniendo cojines como si fueran
un diván, frente al fuego...
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y yo sentada con las piernas
cruzadas como Sherazade misma.
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El me escuchaba...
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con mucha atención,
contar un largo cuento...
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de principio a fin.