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Has sido muy hábil.
Por un momento pensé que...
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Sólo intento ser sutil.
Es mi trabajo, ¿no?
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- ¿Es un regalo?
- Sí.
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- Me lo regaló él.
- ¡Oh! Tiene un gusto muy caro, este tío.
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No le costó nada.
Se lo dio algún ministro extranjero.
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¿Así que se trata de un tío que
recibe regalos de ministros extranjeros?
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- No empieces con eso.
- No he dicho nada.
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No tienes que decir nada.
Nunca dices una palabra.
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Pensaba que no debía hacerlo.
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Sabes a lo que me refiero. Pones esa
expresión herida y desaprobadora.
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Hazme cualquier pregunta
y la contestaré.
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Es David Brice, ministro de Defensa.
¿Satisfecho?
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¿Sabes que trabajo para Brice?
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Pues ahora somos dos.
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¿Te has encargado de todo?
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Sí. Tengo que ir a recoger a la señorita
Atwell a las ocho... si se acuerda.
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- No apruebas lo de Susan, ¿verdad?
- ¿Señor?
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Es una mujer inteligente y divertida.
¿Lo entiendes?
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No exactamente.
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Está bien, soy un coñazo.
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Pero esta mujer me hace sentir cosas
que ninguna otra ha conseguido jamás.