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¿Dónde está mi gentil Lord de Canterbury?
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Que Dios y sus ángeles
guarden vuestro sagrado trono
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para que lo ocupéis largo tiempo.
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En verdad os lo agradecemos.
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Sabio Lord, os rogamos que expliquéis,
justa y religiosamente,
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por qué la Ley Sálica que tienen en Francia
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nos excluiría o no
de nuestras pretensiones.
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Y poned cuidado en cómo comprometéis
nuestra persona,
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cómo despertáis
la durmiente espada de la guerra.
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Os lo urgimos, en nombre de Dios,
poned cuidado,
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porque nunca dos reinos tales
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lucharon sin gran derramamiento de sangre.
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Entonces, escuchadme, gracioso Soberano.
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¡Nada impide vuestras pretensiones
sobre Francia...!
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Excepto esto, atribuido a Faramond:
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"In terram salicam mulieres ne sucedant."