1:00:02
¡Eduardo!
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¡Eduardo, ven aquí!
¡No puedes hacer eso!
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Velcro, mi vida.
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- Se cuelga en el tablero.
- Nunca lo he visto.
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- Lo siento. Llego tarde.
- Hola, Eduardo.
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Lo siento, cariño, tuvimos que
comenzar sin ti. Ahí tienes.
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Así que, Eduardo,
¿tuviste un día productivo?
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La señora Monroe me mostró
donde estará el salón.
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- Tú podrías tener allí tus cosméticos.
- ¿No sería fantástico?
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Fantástico.
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Entonces me enseño la parte de atrás de
la habitación donde se quitó la ropa.
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Eduardo, no puedo decirte lo contento
que estoy. Estoy realmente muy contento.
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Esta aventura te va a enseñar muchas cosas.
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No hay nada como llevar tu negocio propio.
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Yo nunca lo he hecho,
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pero me imagino que es la satisfacción
más grande que un hombre puede tener.
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Así que me imagino que el banco
será tu próximo paso, ¿eh?
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¿El banco?
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Sí. Pide un préstamo, empieza tu negocio.
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No hay nada de que preocuparse. Con tu
talento y tu reputación, será facilísimo.
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No ha tenido crédito,
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no hay registro de trabajos anteriores,
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no hay ahorros,
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no hay inversiones personales...
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No tiene número de seguridad social,
bien podría ni siquiera existir...
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- No hay ninguna garantía.
- No, tenemos una segunda hipoteca.
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Pero, ¿no cuentan las recomendaciones?
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¿Vio lo que dice aquí? A la esposa del
alcalde le urge ser una cliente.
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Simplemente, no lo podemos hacer.
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Ahora, consígue tu tarjeta de seguridad
social, obtiene crédito y compra un auto.
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Tienes una ventaja.
Puede conseguirse un permiso de inválido
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y estacionar donde quiera.
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No puedo creerlo.
Esto es simplemente una atrocidad.