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Mi buen Sr. Leonato,
¿salís a afrontar vuestros problemas?
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Lo que se lleva en el mundo es evitar
los costes y vos vais en su busca.
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Jamás entraron los problemas
en mi casa en vos personificados.
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- Señor...
- Supongo que esta será vuestra hija.
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Eso me dijo su madre muchas veces.
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- ¿Lo dudabais al preguntárselo?
- ¡No, Sr. Benedicto!
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Por mucho que se le asemeje, no querría
llevar su cabeza sobre los hombros.
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Me asombra que sigáis hablando.
Nadie repara en vos.
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¿Cómo dice, "señora Desdén"?
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¿Aún con vida?
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¿Cómo iba a morir el desdén
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si puede encontrar tan rico alimento
como el Sr. Benedicto?
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La cortesía se convertiría
en desdén con usted delante.
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La cortesía sería una renegada.
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Lo cierto es que todas las damas
me aman, excepto vos.
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Ojalá mi corazón no fuera tan duro,
pues no amo a ninguna.
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Una suerte para las mujeres. No
las importunará un pretendiente enojoso.
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Gracias a Dios y a mi sangre fría,
soy de su mismo parecer.
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Prefiero a mi perro ladrando a un grajo
que a un hombre jurándome su amor.
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Que Dios le conserve esa actitud.
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Muchos caballeros escaparán
a un seguro arañazo en la cara.
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A una cara como la vuestra
no podrían afearla unos arañazos.
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Sois una gran adiestradora de loros.
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Más vale ave con mi lengua
que animal con la vuestra.
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Ojalá mi caballo tuviera
la velocidad de su lengua.
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Pero seguid vuestro camino.
He terminado.
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Siempre acabáis con una coz.