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Preferiría que me lo encontrara
vuestro padre.
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¿No tenéis hermanos?
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Vuestro padre hizo excelentes maridos,
para las que dieron con ellos.
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¿Me queréis a mí por tal, señora?
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No, mi señor.
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A menos que se me permita
tener otro para los días laborables.
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Es demasiado lujo para el disfrute diario.
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Le pido perdón a vuestra gracia.
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Nací para estar alegre
y no para hablar en serio.
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Vuestro silencio me ofende
y la alegría es lo que mejor os sienta
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pues debisteis de nacer
en una hora alegre.
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Nada de eso, señor, que mi madre lloró.
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Pero había una estrella que bailaba
y nací yo bajo su influjo.
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Primos...
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Que Dios os dé alegría.
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A fe mía, qué dama tan agradable.
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La melancolía no forma parte
de su ser, señor.
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Sólo está seria cuando duerme
y, a veces, ni eso,
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pues he oído decir a mi hija
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que, a menudo, soñando desgracias
se ha despertado riendo.
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No puede soportar
que le hablen de esposos.
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- De ninguna manera.
- Sería la mujer perfecta para Benedicto.
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Si estuvieran casados sólo una semana,
se volverían locos de tanto hablar.
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- ¿Cuándo iréis a la iglesia?
- Mañana.
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No puede ser hasta el lunes,
y eso será dentro de una semana.
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Poco tiempo para tenerlo todo
conforme a mi deseo.
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El tiempo no habrá de hacérsenos pesado.
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Me propongo en el ínterin
acometer un trabajo hercúleo.