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¡Conrado!
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¡Conrado! ¡Conrado, digo!
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Aquí estoy, pegado a tu codo.
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Dios santo, que me picaba.
Pensé que tenía un compañero sarnoso.
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Ya te contestaré adecuadamente a eso.
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- Y ahora, sigue con tu relato.
- Siéntate bien cerca.
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- ¡Se trata de una traición!
- ¡A ese lo conozco!
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Esta noche he amado a Margarita,
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la doncella de Hero,
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pero llamándola Hero.
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Debería contarte antes
que Claudio y mi señor,
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advertidos por mi señor Don Juan,
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observaron tan amoroso encuentro.
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¿Y creyeron que Margarita era Hero?
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Sí. ¡Claudio salió enfurecido!
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¡Daos presos
en nombre del príncipe! ¡Alto!
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Avisad al señor alguacil.
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Hemos descubierto la mayor obra de
libertinaje cometida jamás en el estado.
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- ¡Maeses!
- ¡Ni una palabra!
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Allí, señor.
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- ¿Qué desean, vecinos?
- Esta noche, nuestra ronda
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ha echado el guante a dos de los bellacos
más pícaros de todo Mesina.
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Un pobre viejo, señor...
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No deja de hablar.
Dicen que cuanto más viejo, más pellejo.
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Bien dicho, a fe mía, vecino Verges.
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Dios es un buen hombre. Si dos montan
el mismo caballo, uno ha de ir detrás.