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...y ella me impuso
que cuando el hado me la diere...
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...se lo diese yo a mi esposa.
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Así lo hice.
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Guárdalo bien por tanto...
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...y con cariño,
como a las niñas de tus caros ojos.
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El perderlo o el regalarlo...
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...sería desdicha sin igual.
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¿Será posible?
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Es cierto.
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En el tejido hay magia oculta.
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¡Pluguiera a Dios
que no lo viera nunca!
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¿Por qué?
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¿Por qué hablas tan violento?
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¿Lo perdiste? ¿Desapareció?
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¡El cielo nos proteja!
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-¿Qué replicas?
-No lo he perdido.
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-Y si lo hubiera...
-¿Cómo?
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Te digo que no lo he perdido.
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Búscalo: que lo vea.
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Bien podría, ahora mismo;
mas no quiero.
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Mi pretensión en vano así rehuyes.
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Te ruego por merced,
repón a Casio.
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Dame el pañuelo.
A sospechar empiezo.
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No hay otro hombre más perito.
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-¡El pañuelo!
-Mas háblame de Casio...
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...que en todo tiempo fundó
en tu protección su buena suerte.
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¡El pañuelo!
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Sin duda, no eres justo.
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¡Quita!
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¿No tiene celos este hombre?
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Nunca le he visto así.
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No en sólo un año o dos
se aprecia a un hombre.
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Estómagos son ellos,
cuyo pasto somos nosotras.
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Ávidos nos tragan,
y cuando ya están hartos...
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...nos arrojan.
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-Si a mi esposa di un pañuelo...
-¿Y qué?
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Es suyo, y siendo suyo...
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...pienso que puede dárselo
a cualquiera.
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¿Y si os dijera que fui testigo
ya de vuestro ultraje...?
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...o que le oí decir...