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Siempre llueve en Bath.
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Me alegro de que estés aquí, Anne.
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Gracias, padre.
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Serás una más para cenar y eso siempre es bueno.
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Me he fijado muchas veces en que a una cara bonita,
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le siguen treinta y cinco horribles.
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Una vez, en una tienda de Bond Street,
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conté 87 mujeres, pasar una detrás de la otra,
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y ni una cara aceptable entre ellas.
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Pero, claro, era una mañana helada,
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en la que quizá, una mujer
entre mil resistiría un examen.
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Y los hombres son aún mucho peores.
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Las calles están llenas de espantajos.
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Al Sr. Elliot no puede llamársele espantajo.
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El Sr. Elliot no está nada mal.
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¿El Sr. Elliot?. ¿Nuestro primo?.
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El Sr. Elliot se ha mostrado muy atento,
mientras hemos estado en Bath.
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Nos ha visitado todos los días.
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Tiene un amigo encantador, el coronel Wallis.
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-Yo pensaba...
-Quizá lo veamos esta tarde,
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y entonces sabrás, Anne, lo que es un caballero.
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Y con tanta educación...
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La verdad es que lo vi en Lyme.
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-¿A quién?.
-Al Sr. Elliot.
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Casualmente, en Lyme...
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-Tal vez no fuese el Sr. Elliot.
-Lo era.
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¡No lo sé!. Pudo ser un espejismo. Tal vez.