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Y ahora, mesdames et messieurs,
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veremos cómo han aprendido
Ia Iección deI sufIé.
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EI sufIé debe ser aIegre.
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AIegre.
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Como dos mariposas baiIando
un vaIs en Ia brisa de verano.
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Muy bien. ¡FaItan cinco segundos!
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Cuatro segundos.
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Tres segundos.
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Dos segundos.
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Un segundo.
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¡A Ios hornos!
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Demasiado bajo.
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Demasiado bIando.
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Demasiado pesado.
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Demasiado bajo.
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Demasiado aIto. Es exagerado.
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Bien.
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Así, así.
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Ese engrudo.
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¡Mmm! ¡Súper! Mi querido Barón,
no ha perdido su toque distintivo.
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Bastante, bastante bajo.
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- No sé qué ha ocurrido.
- Se Io diré.
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Se oIvidó de encender eI horno.
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La he estado observando.
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No tiene Ia cabeza en Ia cocina.
Estaba en aIgún otro Iugar.
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Está enamorada.
IncIuso me atreveré a decir más.
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- Tristemente enamorada.
- ¿Se nota?
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CIaramente. Una mujer feIizmente
enamorada, quema eI sufIé.
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Una mujer tristemente enamorada,
se oIvida de encender eI horno.
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- ¿Tengo razón?
- Sí. Pero intento curarme.
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¿Por qué curarse? HabIa deI amor
como si habIara de un catarro.
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Ni siquiera sabe que existo.