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Dicen que lo mejor de ser niño
es que es tan fácil imaginar cosas.
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Puedes conversar con tu perro, con
una pelota de béisbol o con una banana.
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Bueno, ¿y qué sino fuese cosa de la
imaginación? ¿Si de verdad se pudiera?
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Quiero decir, no con una pelota de béisbol
o una banana, sino con tu perro...
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No tenemos el mismo concepto del tiempo
que tienen las personas, por ejemplo.
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Porque ustedes tienen relojes.
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Pero sabemos que ustedes se van. Y no es
que no nos demos cuenta de que se han ido.
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Pero no sabemos exactamente
durante cuánto tiempo.
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¿Por qué los perros se huelen
el trasero entre ustedes?
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Bueno, es como si fuera
nuestra manera de darnos la mano.
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Si realmente quieres saber quién es alguien,
tienes que olerle el trasero.
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Hijo, deja ya de hablar con la perra.
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Ella no entiende una sola palabra.
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Al principio su padre pensó:
"Bueno, no hace mala nadie."
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Pero con el tiempo, John cruzó esa línea
entre lo inocuo y lo simplemente extraño.
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Sr. Galvin.
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- Sr. Dolittle.
- Éste es mi hijo John.
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- Éste es tu nuevo director, el Sr. Galvin.
- Encantado de conocerte, John.
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¡Ay, chico! Eso no está nada bien.
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- Encantado de conocerlo.
- ¡John...!
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Ya era hora de terminar con eso.
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Gracias por venir, Reverendo.
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Deja a este niño, malvado. Vete ya, Satanás.
Llévate contigo las voces de la serpiente.