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Mi descendiente es bella
y pura, cual rocío matinal.
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¡Te esperado tanto tiempo, papá!
¿Estuviste todo este tiempo en Borneo?
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¡Es una bastarda, hay que
enviarla a un convento!
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¿Qué dice, qué
charla es esa?
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¿Con usted hablé ayer
por teléfono?
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Si, es él.
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Como de costumbre, te buscas
amiguitos que son la crema.
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¡Crema!
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¿Supongo que todavía tu
hija es importante para ti?
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¿Tendrás la decencia
de asistir a su ceremonia?
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No, no es imposible.
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No puedo. Mi destino me espera.
Las dejo con un dolor en mi alma.
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¡Qué miseria! ¡Es una pena
abandonar a esta bastarda!
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¡Papá, te lo suplico!
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Tu petición me perturba, joven
virgen, pero no puedo acceder.
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Mi alma se queda contigo,
pero mi cuerpo debe partir.
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Es una pena, pero así es.
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Vamos, Philippine,
tu padre es un cerdo.
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- ¡Estoy decepcionada!
- ¡Yo igual! la acompaño
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¿Qué es eso de Hubert,
de hablar como un libro viejo?
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Querrá volver a sus
raíces, supongo.
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¿De dónde saco a ese estúpido?
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No tengo idea, pero
son inseparables.
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¡Espantoso!
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¡Al carruaje, bellaco!
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¡Es el diluvio! ¡El diluvio!
¡El diluvio!
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¿Qué le hicieron
a ese auto?
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¡Es solo agua! No somos dos
afeminados ¡Al carruaje!
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¿Qué hicieron ahora
esos idiotas?
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¡La culpa es de los bomberos
Jean- Pierre, inundaron el auto!
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Creo que el motor se arruinó.
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¡Vamos, hay que hallar el
escapulario de Santa Rolanda!
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¡Qué diente tan impresionante!
¡Parece un canino de ternero!
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Es curioso que lo hayan adornado
de tantas piedras preciosas
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Bueno, esas joyas son
de mi prometido, que ha...
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Por lo tanto iremos a medias con
usted si consigue un buen precio.
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Ya veo.
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Maestro, la persona que
solicitó está esperando.
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¿Sra. de Hubert de Montmirail?
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Si soy yo.
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Mis respetos. Soy el maestro
Vailloche, perito tasador.