Les Enfants du marais
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En todo caso, para las ranas
no he perdido la mano.

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¡Desde luego!
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¡Aver si acabáis
con esa música de negros!

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¡Me da dolor de cabeza!
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Es sublime, ¿no?
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-¿Vuelvo a ponerlo?
-No,

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o Emilie vendrá con un palo,
y el tocadiscos...

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De todos modos sólo hay una aguja.
No quiero rayar el disco.

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¿Qué es?
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'West End Blues". El trompetista
es Louis Armstrong, el mejor.

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Venga, a la salud
del abuelo Ranita,

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el as de las ranas.
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Por la amistad.
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Por la amistad,
¡Eh, tengo una idea!

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No te creo.
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El anzuelo ha destrozado
mis ranas,

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no sirven para el Grand Hôtel.
¿Y si nos las comemos esta noche?

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Perdona,
ésa es una buena idea.

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¿Qué dices, abuelo?
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Bueno, sí.
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Quizá te esperan en casa.
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Me da igual que me esperen.
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Mi yerno rabiará. Mejor.
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Y mi hija no me hablará durante
tres días. Al menos no la oiré.

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¿Y tú, Amédée?
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A mí no me espera nadie.
Y nunca he comido ancas de rana.

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Me encantaría probarlas.
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Entonces cocinaré yo.
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Riton despelleja las ranas,
yo hago el fuego,

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-y Amédée pone la mesa.
-Muy bien.


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