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¡Nobles tribunos! ¡Dignos ancianos!
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¡Liberen a mis hijos!
¡Revoquen su condena!
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Y déjenme decirles que jamás lloré
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y estas lágrimas son mis argumentos.
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Te lamentas en vano, padre.
Nadie te oye. Estamos solos.
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¡Le cuentas tu dolor a las piedras!
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Lucio...
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Déjame rogar por tus hermanos.
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Nobles tribunos,
les suplico una vez más.
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Mi señor, los tribunos no te oyen.
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Eso no importa.
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Si me oyeran, no me atenderían.
Y si lo hicieran, no se compadecerían.
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Por eso proclamo mi dolor ante
estas piedras.
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Las piedras son blandas como cera.
Los tribunos, duros como roca.
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La roca es dura y no hiere. Los tribunos
condenan a los hombres a la muerte.
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¿ Qué haces con la espada desenvainada?
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Librar a mis hermanos de la muerte.
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Los jueces me han condenado
al destierro.
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¡Qué felicidad!
Te han hecho un favor.
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¿ Acaso no comprendes, Lucio...
que Roma es una cueva de tigres?
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Los tigres cazan. Y Roma no tiene
mejor presa que yo y los míos.
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Tienes suerte.
Eres libre de estos tigres hambrientos.
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¿ A quién trae mi hermano Marco?
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Tito, prepara tus nobles
ojos para el llanto
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o tu corazón estallará de dolor.
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Te traigo una pena inmensurable.