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También es un duque, un barón y un señor.
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Un noble fastidiado por
las mismas cosillas que todo caballero...
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La presencia permanente de sus hermanas,
su madre y su padre...
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...y de lo que todo caballero debe tolerar...
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...un sirviente idiota, André,
cuyo olor hacía desmayar a la gente.
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Una hazaña considerable
entre gente que nunca se bañaba.
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¡Abajo, plebeyo!
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LOS LOCOS VISITANTES
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El conde, Thibault, como sus siervos
no podían llamarlo, estaba feliz.
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Por fin había llegado
el tan esperado día de su boda.
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¿Qué tenemos aquí? ¿Otro hato
de malditos desdichados reales?
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Ha de ser el duque ese que viene a casarse.
¡Cuidado en el bosque!
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¡Hay dragones que se los pueden comer!
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André amaba y protegía a su amo.
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¡Amo, amo! ¡El bosque! ¡Está encantado!
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Thibault respondió.
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Gracias, amo.
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Con cada paso se acercaba más
al castillo de su amada.
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Esperaba poder estar con ella pronto.
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Pues raro era el viaje en que Thibault
no rescatara a alguien.
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Y este viaje no fue la excepción.
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Pues él, como sus ancestros,
obedecía una regla familiar.
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¡Una mujer en peligro!
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La única que conocía.
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Cuidado, señor.
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El valor era más que un deber.
El valor era su credo.
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¡Ve con tu amo!
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Te estoy hablando a ti. ¡Ve! ¡Ve!