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Monsieur me la pidió anoche
para cortar una caja de cartón.
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¿Una caja de cartón? Eso es extraño.
¿Para qué la querría?
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-Tenemos que llamar a la policía.
-¿Ahora mismo?
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Ya hemos esperado demasiado.
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La línea está muerta.
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Miren. Fue cortada.
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¿Por quién?
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¡Por alguien!
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Sólo es el viento, y tu imaginación.
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-¿Ahora qué? ¿Si no podemos llamar a
la policía? -Vendrán. Voy a traerlos.
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No estás en condiciones para manejar.
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Louise, mi abrigo.
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-¡Madam, los perros!
-¿Los perros?
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-No ladraron anoche.
-¿Y?
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-Habrían ladrado si...
-¿Si qué?
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-¿Si un extraño hubiera entrado a la casa?
-Precisamente.
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Pero si no vino de afuera, entonces...
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¿Quién hizo la última llamada telefónica?
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¿Quién hizo la última llamada telefónica?
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-Yo.
-Dilo.
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Lo estoy diciendo. Está mañana alrededor
de las siete treinta, llamé al carnicero.
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Pero no podía traer nada por la nieve.
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Entonces a las siete treinta
el asesino todavía estaba aquí.
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Entonces cortó la línea.
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Cuéntanos sobre el negocio de papi.
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Sabes como era él.
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Un verdadero hombre de negocios,
siempre trabajando.
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Muy inteligente,
pero no muy conversador.
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Siempre estaba trabajando
en varias cosas...
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...pero nunca me dijo que
estaba teniendo problemas.
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-Y el Sr. Farnoux era una gran ayuda.
-¿Sr. Farnoux?
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-Su nuevo compañero en la fábrica.
-Oh, sí.
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-¿Ha estado él aquí?
-No. Bueno sí, una o dos veces.
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Nunca nos vimos la cara.
Quiero decir, muy poco.
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Pero cada vez que el Sr. Farnoux venía,
los perros empezaban a ladrar.
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Olían que él tenía un perro.