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Nachtwey
regresaba de Nicaragua.
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Estaba relajado, alegre.
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Me había traído
un collar de caracolas
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que me puso al cuello,
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y a mí me pareció maravilloso.
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Recuerdo
la primera vez que lo vi.
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Peinado con raya, los vaqueros
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planchados,
la camisa impecable.
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En medio de todo
el polvo y del caos,
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aquel hombre
que no había visto antes
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tomaba sus fotos. Con calma,
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con mucha más
calma que los demás.
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Cuando de pronto, a su lado,
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su colega
sudafricano Ken Oostebroek
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cayó muerto de un balazo.
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Eso le ocurre
a ciertos periodistas:
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A los principiantes, y a aquellos
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que tienen
demasiada antigüedad,
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y se creen a prueba de bala.
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Jim ya corre el riesgo de creer
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que es a prueba
de bala, y de querer
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desafiar una vez
de más a la suerte.
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Creo que ese
hombre tan reservado
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necesita la emoción, la aventura,
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la adrenalina y el miedo a morir
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para sentirse realmente vivo.
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Jim da lo mejor de sí
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en las peores situaciones.