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éramos mejores
que nosotros mismos.
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Es cierto
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que he conocido a muchos
grandes hombres en mi vida,
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pero sólo a un coloso.
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Y sólo ahora, en mi vejez,
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entiendo quién fue realmente
esa fuerza de la naturaleza.
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¿O no?
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¿Llegó a existir
un hombre como Alejandro?
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Por supuesto que no.
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Lo idolatramos,
le hacemos mejor de lo que era.
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Los hombres...
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todos los hombres,
ascienden y caen...
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ascienden y caen.
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En Oriente,
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el vasto Imperio Persa gobernaba
casi todo el mundo conocido.
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En Occidente, las en su día
gloriosas ciudades-estado,
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Tebas, Atenas, Esparta, habían caído,
perdiéndolas su orgullo.
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A lo largo de cien años
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los reyes persas
habían sobornado a los griegos
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con su oro para combatir
como mercenarios.
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Fue Filipo, el tuerto,
quien cambió todo eso.
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Uniendo tribus
de pastores analfabetos
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de las tierras altas y bajas,
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usó su sangre y sus agallas
para formar un ejército profesional
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que sometió
a los enrevesados griegos.
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Luego volvió su ojo
hacia Persia.
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Se decía que el Gran Rey
Darío en persona,
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desde su trono en Babilonia,
temía a Filipo.
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Y fue de esas ijadas bélicas
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que nació Alejandro,
en Pela.
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[Los sueños son tuyos]
[Para siempre.]