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en numerosas fotografías emotivas
de antiguos luchadores indochinos.
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Algunos se enrolaron
en el ejército francés
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en las unidades de cazadores alpinos
y conocí a un anciano en Camerún
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que jamás salía sin sus medallas
pinchadas al casco.
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Quisiera recordarles
que conozco de maravilla
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este universo colonial
tan insólito, barroco y alocado.
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Estuve inmerso en él sin querer
durante mi servicio militar
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en Camerún
en ese universo increíble.
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Estuve un año en Yaundé
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al servicio del cine,
fascinado, revuelto
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entretenido y pasmado.
Mi primera película,
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"La victoire en chantant"
simulaba 1915,
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en un rincón perdido
del Sahel africano
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y recogía una experiencia
que ya era de pasión por África
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y se tornó en un amor
desmesurado por Asia.
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Aquí quisiera señalar
que el taburete estaba hecho
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de madera fina de balsa y el ruido
de madera sólida se añadió después,
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igual que los gritos de la cría.
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Por desgracia, no me costó encontrar
a este figurante de una sola pierna:
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El efecto de las minas
antipersonales.
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Es un hombre encantador
con una historia muy trágica.
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Ay, los camiones...
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Es habitual
cada vez que hago una película
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ambientada en aquellos años,
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me encuento con camiones
hechos a escala,
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magníficos de contemplar,
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pero claro, siempre tienen problemas
con el motor y el frenado,
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porque se rehacen sobre chasis
de ocasión y por lo general,
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sólo tienen una marcha
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y el depósito es una botella
de plástico.
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Se averían con facilidad.
Nos ponemos muy nerviosos
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y cuando me preguntan qué fue
lo más difícil de esta película,
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de materiales o rodaje,
si lo filmamos con actores y tigres,
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respondo que se rodó con camiones.
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Todas las escenas que siguen ahora
fueron rodadas de noche