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Debo confesar que no era el único
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a punto de llorar
al acabar la escena.
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En este tipo de escenas,
como en las que salen niños,
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es esencial rodar
al menos con tres cámaras
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para montarlo con elegancia
y cortar lo que no valga.
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Lo difícil es colocar las cámaras
en el plano y el eje adecuados
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de modo que una cámara
no saque a otra.
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Aquí coloqué una cámara subjetiva
detrás de los barrotes
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desde la perspectiva
del viejo tigre,
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otra a través de los barrotes
para el cachorro,
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y una tercera, denominada objetiva,
en el lateral.
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Ahí estamos en el decorado natural
de Kompong Chnang
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y luego establecemos la continuidad
con la imagen de estudio.
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El cielo y la luna
se añadieron después.
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Otro efecto especial,
como cada vez que tenemos
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un tigre adulto en el mismo espacio
que los actores:
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Hacen la escena por turnos
y se superponen después.
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Pese a su carácter amable,
su dulzura
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y su propensión al mimo,
no hay que olvidar
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que los tigres son
temibles depredadores
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cuya naturaleza cazadora
sigue siendo imprevisible.
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Aquí vemos que este plano general
del tigre se ralentizó.
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Ahí tienen, se rodó en 35 mm
a 120 imágenes por segundo.
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Para fijar la mirada, también
lo hago cuando trabajo con actores.
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Da profundidad a la mirada.
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Estamos en el decorado
del comedor en Arpajon.
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Es un recuerdo de mi infancia,
pues solía pasarme la hora de cenar
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debajo de la mesa, con mi perrito,
y veía muchas cosas interesantes.