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Mi papá tiene
una casa de empeño aquí al lado.
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¿Tú cómo te llamas. Carnaza?
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Me llamo Gina.
Soy la dueña del salón.
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Y si quieres vender
tus golosinas aquí dentro.
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Vas a tener que aprender a ser
un poco más cortés con las damas.
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- Entendido. Perdón, Gina.
- Está bien.
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Srta, Gina, ¿quieres comprar
una golosina con sabor a fruta
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para que haga juego
con ese par de melones?
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¡Ni sueñes volver hasta que hayas
aprendido a hablarle a una dama!
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¡Te lo mereces!
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Me ama.
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Ni lo intentes. Nena.
No sé de quién es esa moto.
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- ¿Me compras una?
- ¿Qué si te compro una?
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¿Me compras una?
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Hola. Nana.
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- ¿Cómo están?
- Bien.
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- Hola. Paulette.
- ¿Todo bien?
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Ve a lavarte. Nena.
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Qué bueno estar en casa.
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- Bueno, Gina, ¿cómo te fue?
- Bueno. Fue...
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- Sé que esa moto no es tuya.
- No. Nena. Es de P.J.
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- No pienso ni preguntar.
- Bueno. Mamá. Me voy.
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- Adiós.
- Adiós. Darnelle.
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- Anda con cuidado, ¿oíste?
- Sí. Mamá.
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Gina. Te juro que me cuesta más
cuidarla que haberla concebido.
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Tu suegro la tenía torcida.
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Yo tenía que hacer malabares
para poder subirme.
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Bueno, ¿qué me...?
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Se ve que al negro le encantó.
Porque no me dejaba en paz.