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Se rompió mi corazoncito.
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Y a mi me rompió el corazón que no fueses
capaz de lanzar la pelota de baseball.
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Tu eras el que tenía miedo de
los armarios.
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-¿ Yo te dije eso?
-Si.
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Te dije que los armarios no son
nada.
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Que de lo que debías preocuparte
es de lo que hay bajo la cama.
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Vale, tengo que ir a casa y
hacerle la cena a mi padre.
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Seguro que no tienes comida en
casa, ¿a que no?
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-Luego te traeré algo.
-No es necesario.
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Ya lo sé. Pero es increíble lo
amita de casa que me vuelto.
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Hasta luego.