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Sigue tú. Eres una maravilla.
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Lo siento, no quería interrumpir.
Vengo a por una copa.
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Tranquilo. Sólo frotaba la lámpara
para que cambie mi vida.
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Yo creo en la magia.
Al final, es lo único que nos salva.
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Tú eres el pianista.
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Ya no. Me toca descanso.
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Cierta desconocida me ha sustituido
y toca de maravilla.
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¿Tienes los ojos humedecidos?
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Esta canción me llega muy adentro.
Sonaba la noche que conocí a alguien.
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¿Y son lágrimas de pena,
o lágrimas de alegría?
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¿No son las mismas lágrimas?
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¿Por qué lo que empieza tan bien,
acaba siempre en el cubo de basura?
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No para todos.
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Para todos los que tengan imaginación.
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La vida es llevadera,
si tus esperanzas son modestas.
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Si te permites bellos sueños,
te arriesgas a que se estrellen.
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Créeme, hay muchas viejas canciones
que me hacen llorar.
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Me llamo Melinda.
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Melinda Robicheaux. Es francés.
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Pues es un nombre precioso.
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Era el de mi madre.
Se casó con el Dr. Nash,
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y yo me llamaba Nash.
Pero he cambiado al de ella.
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Una sabia elección. Es muy musical.